lunes, 7 de mayo de 2012


 Levantamiento de cadaver a la colombiana



Sucedió en 1962, en una carretera de la Costa Atlántica de Colombia que une las poblaciones de Mategüadua y Río Loro. Al peluquero del pueblo, que ejercía también el cargo de Inspector de Policía en esa región, le dieron aviso de que en dicha carretera habían encontrado a un muerto, a fin de que procediera con el levantamiento del cadáver y la investigación de rigor. Así que el ingenioso funcionario, que tenía fama de ser un gran aficionado a las Selecciones de Reader’s Digest, juramentó y posesionó a dos peritos para que sirvieran de testigos, y se encaminó con ellos y con el secretario al lugar de los hechos. He aquí algunos apartes del acta que resultó, transcritos con la ortografía y el lenguaje originales:

«Levantamiento de un cadáver que fue allado muerto allí y que fue visto por unos campesinos que pasaban y al verlo que no se movía y que estaba encharcado de sangre lo reconocieron como muerto y avisaron al suscrito inspector....

»Se encuentra sobre una charca de sangre el cadáver de un individuo de sexo masculino de unos 48 años de edad aproximadamente, al parecer casado porque tiene una argolla de matrimonio en el dedo anular de la mano izquierda, de profesión mecánico porque la ropa la tiene untada de grasa quemada, de piel morena tirando a negra, flaco, carepalo y medio canoso, y de unos 1,60 metros de altor, desconociéndose más datos sobre la personalidad del muerto por tratarse de un hombre forastero y sin amistades en la región.

»El cadáver del difunto se encuentra bocarriba, con la boca abierta y los ojos cerrados, con la cabeza medio ladiada como mirando un guanábano en completa producción, con el brazo derecho estirado hacia un lado y como saludando a alguna persona, y el brazo izquierdo en estado de reposo, los pies semicruzados como haciendo el numero 4 (cuatro) y en aptitud totalmente rigida....

»Presenta un machetazo en la cabeza..., otro en la quijada inferior..., otro en el pescueso..., otro en la paleta izquierda que alcanzó a llegar hasta serca del espinazo, otro en la región del nalgatorio que le interesó mayormente la nalga derecha y parte del guesito de la alegría, otro en el cuadril derecho y dos en la canilla derecha.

»Se ve claramente que los autores del asesinato no le pegaron más machetazos al cadáver porque seguramente vieron que el muerto había dejado de existir...»

miércoles, 8 de febrero de 2012

La conciencia en el cielo o la radio sin Pablo.


Hará cosa de más de treinta años en que Marcos Pérez, afamado locutor en Barranquilla, lo anunciaba así: -Escuchemos ahora los sabios consejos del hermano Pablo-

Y de inmediato retumbaba la voz del salvadoreño aquél, que contrastaba con la apacible del hermano Pablo, quien en cinco minutos nos trasladaba a mundos, situaciones, conflictos, familias desconocidas en problemas etc, para rematar con un remedio eficaz a toda situación por difícil que fuera, Jesucristo.

Nunca pensé que escuchaba a un predicador evangélico. Solo cuando me hice un creyente y mis amigos bromeaban de mi fe llamándome hermano Pablo, me enteré que Pablo Finkebinder o el hermano Pablo, era en realidad eso, un cristiano evangélico.

Hoy admito el honor de que a todos los evangélicos se nos denominara como a un hermano Pablo; no solo por ser una de las voces cristianas más oídas en el mundo, su microprograma se oye actualmente unas doscientas cincuenta veces cada hora en más de treinta naciones y unas 55 mil personas lo reciben a diario por correo electrónico. Eso es formidable, pero, más honorable es ser comparado a un hombre sabio, intachable y que sabía contar buenas historias. Porque queramos admitirlo o no, a todos nos gustan las buenas historias y punto.

Fue una de esas buenas historias la que oiría el abuelo Lucas Camacho a través de la destartalada radio de su rancho una madrugada en que las agitadas revoluciones de su mente lo querían llevar a la locura. La voz del hermano Pablo que sucedió en aquél silencio, salvaron al abuelo y le devolvieron la lucidez. Luego, el abuelo acostumbraba llevar la radio para que sus vecinos escucharan también, en palabras del abuelo, al campesino que predicaba.

El abuelo es un personaje de ficción, pero, ¿qué más da? El representa a los cientos o miles de latinoamericanos que recibieron esperanza y superaron la doliente realidad de este mundo gracias a un sencillo mensaje radial compartido por el hermano Pablo, un mensaje a sus conciencias.

Ahora, la conciencia está en el cielo y la radio sin Pablo. De seguro, el equipo de su ministerio seguirá haciendo una excelente labor. Labor sumamente necesaria ante una radio cristiana invadida de expertos en diablo que solo usan su lenguaje de guetto evangélico y le han dado a este medio una naturaleza de mercancía.

Paz en la tumba del hermano Pablo.









sábado, 28 de enero de 2012

VICTORIA FINAL DEL HERMANO PABLO



Celebramos la vida de Pablo Edwin Finkenbinder, conocido por toda Latinoamérica como el Hermano Pablo. Pablo nació el 24 de septiembre de 1921 en Santurce, Puerto Rico, y fue al cielo a encontrarse con su Salvador el 27 de enero de 2012 en Irvine, California.



El miércoles 25 de enero Pablo celebró su 70 Aniversario de Bodas con su amada esposa Linda, y con amigos y familiares. Se sintió bien, rió y bromeó con todos. Al atardecer se quejó de un fuerte dolor de cabeza, y lo llevaron de emergencia al hospital. Sus hijos, nietos y amigos se reunieron allí para pasar con él sus últimas horas. Pasó en paz a la presencia del Señor a las 3:55 am (hora del Pacífico) el viernes, 27 de enero.



Pablo era muy conocido públicamente, habiendo predicado en pueblos y ciudades a lo largo y ancho de América Latina durante los últimos setenta años. Conmovía a todo el que lo escuchaba con las anécdotas que contaba, y miles de personas aceptaron a Cristo como resultado de sus mensajes. Sin embargo, quienes lo conocían personalmente sentían más que nada el amor que mostraba a cada persona. Ya fueran altos mandatarios o servidores en restaurantes y empleados en los hoteles que frecuentaba, sentían la intensidad del amor y del afecto que les manifestaba.



Pablo y Linda fueron a El Salvador como misioneros en 1942. Pablo recorría el país, a veces a lomo de mula, predicando el evangelio y animando a obreros cristianos. En 1955, Pablo comenzó su primer programa radial, y en 1960 produjo dramas bíblicos para televisión que llegaron a reconocerse como el primer programa cristiano de televisión con un horario de difusión semanal fuera de los Estados Unidos.



A Pablo se le conocía principalmente por su programa de radio y televisión, UN MENSAJE A LA CONCIENCIA, que comenzó en 1964. Su novedoso programa constaba de una anécdota seguida de una aplicación moral y espiritual, que es una fórmula que ha dado resultado hasta hoy. El programa se difunde actualmente más de 6,400 veces al día en 33 países, y todo el tiempo lo donan las estaciones de televisión, las emisoras radiales o seguidores de Cristo de las respectivas localidades. 55 mil personas suscritas reciben el programa a diario por correo electrónico.



Aunque el Hermano Pablo mismo no grabó ningún programa durante los últimos quince años, él y su junta directiva aseguraron el futuro del programa al escoger a un sucesor en 1996. El legado del Hermano Pablo perdurará mediante el programa en los años venideros. No se contempla ninguna interrupción en las difusiones. Así lo hubiera deseado el Hermano Pablo. Para su familia espiritual, incluso aquellos miles que ganó para Cristo, no se trata de decirle adiós al Hermano Pablo sino hasta luego... allá en el cielo.



lunes, 23 de enero de 2012

DEL TITANIC AL CONCORDIA



Justo por estos días le decia a mi esposa de lo lindo que sería pasear, antes que seamos viejos, los dos en un crucero y, justo por estos días se hunde el Costa Concordia, por allá, en la pequeña isla italiana de Giglio. Le recuerdo a los lectores y lectoras que está por cumplirse también un centenario del hundimiento del barco de barcos, el famoso Titanic, aquélla vez, en las heladas aguas del Atlántico norte.

No domino el tema de embarcaciones marinas, pero, se que existen similitudes y diferencias entre un crucero como el Costa Concordia y un transatlántico como el Titanic. A ambos se sube mucha gente algo pudiente a darse por varios días un paseo color agua. Estas no son embarcaciones pequeñas como esos barquitos armados dentro de una botella; así que, pueden llevar consigo a tanta gente como las que habitan en uno de nuestros caseríos de la costa colombiana y, cargando el peso de tres o cuatro mil personas a bordo, deben mover la pesada gracia de su arquitectura maniobrando sobre la montura del mar.

Admiro la destreza de estos edificios flotantes. Aún no entiendo como no se hunden todos y como pueden llegar a puerto seguro, aún cuando el mar, a veces, está fuera de si.

Las diferencias entre un Titanic y un Costa Concordia tal vez no se noten mucho: Del primero se puede asegurar que tiene una gran vocación cinematográfica. Abunda el material fílmico hecho a cuatro mil metros o más de profundidad en que se muestra su casco, sus interiores y demás, que todavía el salitre no ha desgastado. La famosa película en que actúa  Leonardo Di Caprio nos sacude al ver la forma tan dramática en que El Titanic se llevó al fondo a sus últimos inquilinos. En cambio el Concordia ha estado por varios días parcialmente inmerso, mientras, barcos salvavidas se abren paso por entre el mar arrugado que le golpea, buscando sobrevivientes. Once han sido las víctimas, aunque pudieran ser más porque aún hay gente desaparecida. Tal vez esta sea otra gran diferencia; Mientras en el Titanic los muertos se contaron por varios cientos, en el Concordia apenas fue un puñado, teniendo en cuenta su gran cantidad de pasajeros. Esto solo demuestra que es absurdo morirse en un crucero que se hunde, porque, pese a sus capitanes, parecen estar hechos para no naufragar. Digo que a pesar de sus capitanes, porque Francesco Schettino, joven capitán que ni barba erizada tiene, no solo fue imprudente al pasar muy cerca de una isla, sino que en el momento de la tragedia fue el primero en ponerse a salvo. Ahora, sin ni siquiera taparse la boca con una mano, afirma que no tuvo la culpa.

Que diferencia con el viejo y barbudo John Edward Smith, capitán del Titanic, quien luego de dirigir la evacuación de los que pudo salvar, se quedó en el barco y se hundieron juntos. Definitivamente una barba puede hacer una diferencia a la hora de confiar.

Las embarcaciones, barcos, submarinos, porta aviones o cruceros, tienen una larga batalla con el mar que aún no piensan concluir. A veces, esta vieja madre cruel se vale de un témpano de hielo, de tormentas o de rocas filosas para ganarle a las máquinas. Otras veces, la frágil embarcación se sobrepone a ella y logra llegar a puerto seguro; depende de muchos factores.

Nuestra vida también es una embarcación o un viaje. Cada uno vive sus propias tormentas o pruebas. Muchos naufragan en aguas profundas y otros, cerca de la orilla. Algunos vienen a la travesía tan equipados como para nunca hundirse. Son tan seguros de si mismos y de su potencial que cual Titanes, se abren paso por la vida; hasta encontrarse con el témpano que no estaba en sus planes y se hunden. Otros, aparentemente menos afortunados, luchan y lo logran. Una mayoría basa su travesía, cual cruceros, en el lujo y la vanidad. Nadie repara en el carácter del capitán que les guía. Algunos pasajeros son su propio capitán.

Quiero recomendar a los lectores al capitán de capitanes. Hombre ducho en tormentas. Los vientos impetuosos le obedecen, el mar calla cuando él lo manda, las olas se apaciguan. Ha salvado a muchos del naufragio, tiene barba y manos fuertes para sostenernos. No abandona y no teme. Su nombre es Jesucristo.

Mientras, yo sigo alimentando el sueño de pasear en un crucero con mi esposa cuando seamos viejos, para lo cual no falta mucho.





sábado, 1 de octubre de 2011

Grecia sin perfil griego




La joven asesora me explicaba sobre los paquetes pensionales voluntarios y de cómo podía, desde ellos, tener participaciones aunque fueran mínimas, en la bolsa. Solo debía firmar y de inmediato se me daba la bienvenida a la administración de mi futuro financiero.

Casi firmaba cuando pregunté si había algún riesgo y ella gentilmente me ilustró sobre crisis pasadas en lejano oriente que hicieron tambalear los mercados bursátiles y desinflar las bolsas y la inflación y la recesión, los terremotos y el tsunami de Japón y bla, bla,bla. Pero, que recientemente, la crisis griega, había derrumbado las economías europeas y amenazaba otros hemisferios, incluyendo a quienes nada tenemos que ver con ellos.

¿a mi podría perjudicarme? Pregunté con timidez.
-A todo el mundo le puede perjudicar, lo único es que usted no perdería los puntos, porque esto se maneja con puntos.
¿y qué hago yo con puntos y sin plata?
-Puede negociar-
-ah-

Bueno, aun no he firmado. No solo por sufrir de no entender cabalmente estos asuntos, sino, más que todo porque todavía no alcanzo a comprender que tiene que ver Alejandro Magno con el almirante Padilla.

Siento mucho que los griegos estén perdiendo su perfil. Que no sean ni sombra de lo que fueron: aquél leopardo veloz que conquistó al mundo en apenas diez años con espadas y cultura. Pero, así es el poder y las economías hacen sus caminos y la griega, no sería la excepción y les están haciendo ver a sus vecinos europeos el inicio de unos días decapitados.

Asi funciona este tango global del billete. No hay día, de un tiempo acá en que no miremos en la T.V, las angustias de feto de los corredores de bolsa, de los inversionistas internacionales, de los que compran y venden, rápidos como vaqueros del teclado, todo aquello que se grafica en los tableros electrónicos. Imagino que esto debe ser un arte, porque de otro modo no se explica tanta vehemencia.

Al mismo tiempo que Europa procura seguir ensimismada en su verdor y Los Estados Unidos no quieren perder su liderazgo y los chinos se multiplican como chinos; el cuerno de África suelta las moscas de sus muertos por hambre, porque estos africanos no tienen alimentos para llenar el abismo de sus estómagos. Pero, ¿a quién le importa? Las naciones poderosas se quieren poner a salvo, hacer lo que sea para salir de su túnel. Que Somalia y Etiopía desaparezcan. Tal vez y por higiene, lo más adecuado es que les dejen morirse.

La carpeta que me explica el plan de inversiones está en mi mesa. En la portada de la misma aparece una joven sonriente que de seguro fue reina de belleza. Aun no firmo por lo anteriormente explicado y porque yo, un tipo que de vez en cuando debe hacerle una liposucción al chanchito de la alcancía, no debe andar metido en asuntos tan complicados.

A LOS HAMBRIENTOS HA COLMADO DE BIENES Y ha despedido a los ricos con las manos vacías. Lucas 1:53

jueves, 4 de agosto de 2011

De Esteban aprendí a detenerme en las personas




Esteban Graner fue el primer gringo que me saludara con un apretón de manos. Era (creo) 1983 y Esteban llegó a la pequeña capilla en la que recién me empezaba a congregar. De entrada, me sorprendió gratamente que no fuera como otros paisanos suyos a quienes había visto antes. Esteban era serio; pero, llevaba su seriedad sin tanto dramatismo. Además, era al primer norteamericano a quien no le veía ningún rasgo extravagante o desmedido. Eso ya era bastante para un creyente amateur como yo y quien, hasta hacía unos meses atrás, a los únicos barbudos que admiraba eran Fidel Castro y el Ché Guevara.

También me sorprendí de que Esteban, un tipo joven y simpático del primer mundo decidiera venir por estos meridianos a dispensarnos un poco de su simpatía. Entiendo que pudo quedarse en su lugar, disfrutando de ser nieto o bisnieto de una herencia iluminada. Viviendo dentro de su raza de seres humanos grandes, organizados y con corazón de futuro. Sin embargo, ellos, quienes llegaron a la luna e hicieron que el cosmos dejara de ser un lugar perfectamente sellado, no pudieron evitar que Esteban llegara a Colombia a moverse en la dimensión de los pesos, en un país de políticos desamparados y democracia en broma. Fue aquí, en esta tierra de crisis, fragilidad y tempranas resignaciones, donde extendería Esteban su lienzo misionero. Y lo extendió desde ciudades fotogénicas como Bogotá o Cartagena y hasta lugares que quedan a muchos kilómetros, cactus adentro, como en la Guajira colombiana.

Admiro mucho lo anterior en este hombre, porque, al fin y al cabo nosotros no pudimos escapar a nacer en esta tierra; pero, Esteban decidió venir. Pudo, indagando por sus ancestros, haber perfilado su rumbo hacia Inglaterra, Escocia…que se yo, Irlanda del Norte; pero quiso venir a Colombia a compartir su mensaje.

Se que no fui de los más asiduos amigos de Esteban. Una o dos veces compartiríamos algún desayuno intrascendente. Estuvo allí cuando tuve problemas en la iglesia y me animó, cuando yo era un indigente literario, a que no escribiera solamente para los aliados. Me recomendó abrir blogs en revistas o periódicos que lo permitían, y así lo hice.

Sin embargo, a pesar de la brevedad, los momentos compartidos con Esteban me bendecían mucho. Era imposible hallar en este hombre, alguna falsa actitud vital cuando conversábamos. El sí, de Esteban era un sí y el no era un no y el consejo era desde su corazón. Los minutos, a veces improvisados con él, eran minutos en que se sentía haber sido convocados, sabía desconectarse de todo para escuchar y detenerse en cada persona. Esa virtud es de lo que más admiré en Esteban Graner.

Ahora, el cuerpo del misionero esperará hasta la venida de nuestro Señor y, no importa dónde, será rastreado o percibido por el poder de la resurrección y nos volveremos a ver.


Hasta pronto, Esteban...

sábado, 2 de julio de 2011

Los enanos también comenzaron siendo pequeños.



El caso de Brenda, una joven mujer, quien por 18 meses estuvo tratando de que un juez le concediera el derecho de adopción de una bebé recién nacida, me sirvió como ilustración de lo que puede lograr la humildad. Para ella fueron meses de llantos y ruegos ante el mentado juez. Meses de contratar abogados que nada pudieron hacer y de ir y volver con la sobresaltada sensación de haber perdido su tiempo.

¿Cuál era la razón por la que a Brenda no se le concedía su petición? Ella cumplía con todos los requisitos que exigían las leyes de adopción y el juez lo sabía; sin embargo, el juez miraba otra cosa. Brenda era enana. Tan solo medía un metro veinte centímetros.

Ahora, con lo que no contaba este juez era con que Brenda estaba dispuesta a demostrar que la enanez no era cosa ilegítima y que ella, sería capaz de llevar su gran amor a extremos. Finalmente el juez accedería diciendo: “Mujer, me has convencido que en un cuerpo pequeño, puede habitar un gran corazón” ¡¡Que conveniente para ella fue ser pequeña!!

Muy probablemente al contrario de Brenda, la mayoría de nosotros no tenga que sufrir la discriminación genética de no ser criaturas totales físicamente hablando. De todos modos, no nos gusta ser o sentirnos menos. Nadie quiere ser pequeño y sufrir por ello. Aborrecemos la enanez física y social. No queremos ser mirados como Brenda de arriba para abajo. Queremos mostrarnos siempre mejores, siempre superiores, siempre mas afortunados e inteligentes que…cualquiera. No vemos ningún beneficio en ser pequeños y aceptar sin rencor el anonimato.

De ahí que, nosotros, que podemos ir y tener hijos sin pedir ayuda a nadie, en esa persecución de grandeza, humillemos a otros para sentirnos bien. Hagamos alarde de nuestras virtudes y posesiones materiales, modificando hasta la mirada y exagerando los gestos y adoptando nuestra mejor pose de ave del paraíso.

Aun, dentro del cristianismo abunda este pecado. Una vez muertas las pasiones legítimas por Cristo, nos hemos desbandado a buscar el prestigio por vía ministerial, intentando basar la vida en el reconocimiento, en sofismas que buscan desesperadamente convertirse en verdad, como: “somos los únicos” “tenemos lo que nadie tiene” “solo yo tengo la voz” “ven a este lugar y recibirás lo que andas buscando” “cupo limitado”.

Entonces acudimos ahí en busca de la certeza porque todos queremos lograr que nos salga bien nuestra elaborada cursilería. Queremos convertirnos en pastores con vocación cinematográfica, en profetas vampirizados argentinos, en apóstoles o “padres” con un altisonante ego, que ni los famosos mundanos lo tienen.

La humildad no es tan cosmética y no comulga con una naturaleza de mercancías. Tal vez por ello, no queremos ser pequeños. Sin embargo es o que nos asemeja a Cristo, quien dijo: “Aprended de mi”.

UN ALTAR EN EL HOGAR