jueves, 24 de febrero de 2011

Breve manual para chicos que se pierden.








Hola pequeño hijo, debido a que el perderse por ahí, de parte de los niños, se ha incrementado ostensiblemente, he pensado escribirte este manual para que lo lleves siempre contigo y en caso de que algún día te pase eso de extraviarte, lo abras y sepas como comportarte.

Lo primero que debes saber es que A CUALQUIERA LE PASA.

No te sientas mal por ello. Le pasó al abuelo, el viejo Ignacio, quien de chico salió a pescar en su canoa desde el puerto y se dejó llevar por las olas, cosa de día y medio mar adentro. Se la pasó comiendo sardinas y bebiendo agua lluvia hasta que  un pesado buque de bandera coreana, lo condujo de nuevo a puerto. Tan pesado era el buque que el abuelo remó tres días tras él y hasta le tocó esperarlo en la cresta de una ola. En pocas palabras, le tomó más tiempo retornar, que perderse.

Ignoro si tu abuela se perdió de niña, pero tu madre si me ha confesado que tuvo su triste y desagradable episodio de estar perdida en un mercado y que mientras la hallaban, le tocó aguantar pisotones, empujones y olores a pescado. Y tu padre, el mismo que escribe este manual, se extravió un día en que salió a la vuelta de la casa para intercambiar un comic de Kalimán a casa de un amigo. Al querer volver, todo me pareció distinto; porque, entiende esto, hijo mío, cuando te pierdes en la ciudad o en el bosque, todo: edificios, casas, puentes, arroyos y animales, conspiran contra ti para que sigas perdido. Yo me extravié caminando casi un día.

Allí me acordé del abuelo Ignacio, cuya estrategia fue seguir al buque; yo, pues, seguí unas rutas de autobuses desde el remoto lugar donde caminé hasta las cercanías de mi casa y llegué entrada la noche.

Entonces, perderse es una cuestión genética. ¿Recuerdas que ya hiciste un intento hace poco en un supermercado? Aunque fue algo breve, fueron tus primeros pinitos en la materia; porque eso de extraviarse se lleva en la sangre. Recuerda, a cualquiera le pasa, no podemos escapar de la herencia. No te sientas mal o inferior por el hecho de perderte. Respira profundo y sigue leyendo.

Lo segundo es LLEVAR ALGO DE COMER para que cuando te pierdas, no pases tanta hambre. Ya es triste perderse; ahora, no tener nada que comer, es más triste. Cuando me pasó, pensé que llegaría pronto a la casa, pero, no fue así y me tomó la hora del almuerzo en toda la ciudad y los olores a guiso saliendo de las casas me aturdía mucho y mis tripas gruñían en mí. Solo una señora con aparente cara bonachona, a eso del mediodía me vio bajo un árbol, sofocado y tratando de orientarme, y me preguntó:

-¿Tú estás perdido, muchacho?

-Si señora- le dije lastimeramente.

¿Y tienes hambre, verdad?

-Unjú- dije.

¿Te comerías un pan de ayer?

…Bueno- Dije tímido.

-Mmm- dijo la doña. –Entonces ven mañana- y se metió a su casa.

“ Vieja bruja” pensé.

Desde entonces, procuré llevar siempre en mi bolsillo, una galleta, una golosina o un trozo de panela. Recuerda al abuelo Ignacio, cómo las sardinas que usaba de carnada le sirvieron de alimento hasta que volvió a tierra. Por eso, hijo mío, lleva siempre aunque sea un pan, cuando salgas de la casa, porque nunca se sabe el día en que te perderás. Es más, cuando llevas un pan contigo, es seguro que te perderás. Los chicos alemanes lo saben mejor. Supe de un par de ellos, Hansel y Gretel, quienes sabiendo que terminarían extraviados en el bosque, fueron dejando un camino de migas de pan. Lógicamente, los animales del bosque terminaron comiendo las migajas y ellos, hambrientos, trataron de comerse las paredes de una casa en el bosque, a cuya dueña, que resultó ser una bruja, no le gustó para nada la idea de los chicos y creo que los cocinó. Que no te pase a ti… no riegues tu pan, guárdalo para comerlo.

Y por último y a lo mejor lo más importante que debes aprender es LA VIRTUD DE SABER APARECER. Muchos chicos saben perderse, pero definitivamente necesitan mucho entrenamiento para el momento cumbre de volver a casa. Ensaya varias formas, por ejemplo:

1. Corriendo de frente a los brazos de papá o mamá que de seguro te andaban buscando. Deja que te alcen y te lancen un poco al aire. Es un momento importante para ellos, así que deja que sean felices. Permite que se desahoguen y digan cosas como:

¡¡Nos tenías en ascuas!!
O algo como:
-Oh hijo, pensábamos que nunca te volveríamos a ver-

2. Presentarte como si nada. Es decir, dejar que ellos asuman que andabas por ahí, tal vez, jugando canicas o pateando pelota en algún solar con tus amigos. Esto sirve mucho si es sábado, domingo o festivo, que no tienes deberes escolares y si tienes mas hermanos; seis o siete por ejemplo, ya que poco se notará tu ausencia; pero, si eres hijo único, no pienses en aparecer de esa manera, ya que te harás acreedor a una soberana tunda por tu, según ellos, descarada indiferencia al dolor de sus corazones.

3. Duérmete justo antes de que te encuentren. Esto lo usó el abuelo Ignacio. Ya próximo a la playa y al verla de lejos llena de gentes, incluyendo a sus padres, simplemente se tumbó en su canoa y dejó que las olas lo llevaran a la orilla. (Esto es efectivo cuando no sabes la reacción de tus padres) El abuelo dormido, despertó la ternura a todos y lo tomaron sus padres, le llevaron cargado hasta la casa y lo acostaron en su hamaca. Al día siguiente nadie le habló del asunto y el abuelo, con el tiempo no supo si todo aquello había sido verdad, o simplemente un sueño.

lunes, 14 de febrero de 2011

miércoles, 2 de febrero de 2011

Oye, LA COSA se fue



Disfrutábamos, mi esposa, mis hijos, ignoro si mi suegra y yo, de un increíble baño de mar en Mayapo, playa virgen de la Guajira colombiana. Laura y Santiago, mis hijos, se divertían de lo lindo con su flotador Made in USA, traído por su tía desde Jacksonville (eso queda a mano derecha de Miami). Al rato, un par de chicos de la etnia wayúu se aproximaron y primero tímidos, pero, al rato ya parecían de la familia jugando con mis hijos, haciendo piruetas en las olas y enseñándonos algunas palabras en wayuunaiki.
Como a mediodía, nos metimos bajo la sombra de un rancho a disfrutar del almuerzo: Sopa de pescado, arroz de pescado, picada de pescado y pescado frito. Delicioso. Mientras, los chicos wayúu me pidieron seguir jugando con el flotador y en acuerdo con mis hijos, accedimos. No pasaron diez minutos cuando uno de ellos vino con una cara de angustia terrible.
-Oye- me dijo. –LA COSA se fue-
¿Qué cosa? indago.
-LA COSA, se fue, va lejos.
Entendí que se trataba del flotador.
¿El flotador?
-El flotar, LA COSA, va lejos- Le entendí que su hermanito menor se había lanzado a las olas a tratar de rescatar nuestro flotador.
-Busca a tu hermano y dile que deje ir LA COSA- le dije. El chico corrió y al rato, gracias a Dios regresaron ambos sin el flotador y con caras de pesar. Les tranquilicé diciendo que no se preocuparan, que dejaran ir LA COSA. Mis hijos no estuvieron de acuerdo y pretendían hacer que los muchachos fueran por el flotador y les mostraban desde la playa el puntito naranja en que, por la distancia, se había convertido LA COSA. Explique a mis hijos que algún día tendrían un flotador nuevo, (De seguro su tía leyendo esta nota, será movida a traerles otro) pero, que no podía ponerse en riesgo la vida de un niño solo por un flotador, Porque, conociendo a los wayúu, no era muy bueno para nuestra salud que fuéramos responsables de una calamidad; pero, sobre todo, porque las personas son más importantes que LAS COSAS.
Es muy fácil en este mundo COSIFICADO sentirse infeliz por no tener un blackberry. Creernos los más miserables por tener una “panela” de celular. O unos pobres diablos porque nuestra ropa no es de marca. Experimentamos enojo si LA COSA se descompone y nos atribulamos y deprimimos si nos roban LA COSA-. A veces hasta ponemos la vida en riesgo por defender LA COSA. ¿Cuántos no se han hecho acreedores a un balazo por resistirse a que delincuentes le quiten LA COSA, llámese esta, celular, prendas o vehículo?
Pero, lo peor es que pasamos más tiempo con LA COSA que con las personas que amamos. Parece que no hemos entendido que si LA COSA se va, sea que se la llevó el mar o se daño o nos fue robada, otro día podemos tenerle de nuevo; pero, si se va un hijo o esposa o padre o amigo, no volverá y que el tiempo de valorarlos es ahora. Deberíamos sentirnos los más bendecidos por tener amigos, hijos, esposa o padres.

UN ALTAR EN EL HOGAR