miércoles, 2 de febrero de 2011

Oye, LA COSA se fue



Disfrutábamos, mi esposa, mis hijos, ignoro si mi suegra y yo, de un increíble baño de mar en Mayapo, playa virgen de la Guajira colombiana. Laura y Santiago, mis hijos, se divertían de lo lindo con su flotador Made in USA, traído por su tía desde Jacksonville (eso queda a mano derecha de Miami). Al rato, un par de chicos de la etnia wayúu se aproximaron y primero tímidos, pero, al rato ya parecían de la familia jugando con mis hijos, haciendo piruetas en las olas y enseñándonos algunas palabras en wayuunaiki.
Como a mediodía, nos metimos bajo la sombra de un rancho a disfrutar del almuerzo: Sopa de pescado, arroz de pescado, picada de pescado y pescado frito. Delicioso. Mientras, los chicos wayúu me pidieron seguir jugando con el flotador y en acuerdo con mis hijos, accedimos. No pasaron diez minutos cuando uno de ellos vino con una cara de angustia terrible.
-Oye- me dijo. –LA COSA se fue-
¿Qué cosa? indago.
-LA COSA, se fue, va lejos.
Entendí que se trataba del flotador.
¿El flotador?
-El flotar, LA COSA, va lejos- Le entendí que su hermanito menor se había lanzado a las olas a tratar de rescatar nuestro flotador.
-Busca a tu hermano y dile que deje ir LA COSA- le dije. El chico corrió y al rato, gracias a Dios regresaron ambos sin el flotador y con caras de pesar. Les tranquilicé diciendo que no se preocuparan, que dejaran ir LA COSA. Mis hijos no estuvieron de acuerdo y pretendían hacer que los muchachos fueran por el flotador y les mostraban desde la playa el puntito naranja en que, por la distancia, se había convertido LA COSA. Explique a mis hijos que algún día tendrían un flotador nuevo, (De seguro su tía leyendo esta nota, será movida a traerles otro) pero, que no podía ponerse en riesgo la vida de un niño solo por un flotador, Porque, conociendo a los wayúu, no era muy bueno para nuestra salud que fuéramos responsables de una calamidad; pero, sobre todo, porque las personas son más importantes que LAS COSAS.
Es muy fácil en este mundo COSIFICADO sentirse infeliz por no tener un blackberry. Creernos los más miserables por tener una “panela” de celular. O unos pobres diablos porque nuestra ropa no es de marca. Experimentamos enojo si LA COSA se descompone y nos atribulamos y deprimimos si nos roban LA COSA-. A veces hasta ponemos la vida en riesgo por defender LA COSA. ¿Cuántos no se han hecho acreedores a un balazo por resistirse a que delincuentes le quiten LA COSA, llámese esta, celular, prendas o vehículo?
Pero, lo peor es que pasamos más tiempo con LA COSA que con las personas que amamos. Parece que no hemos entendido que si LA COSA se va, sea que se la llevó el mar o se daño o nos fue robada, otro día podemos tenerle de nuevo; pero, si se va un hijo o esposa o padre o amigo, no volverá y que el tiempo de valorarlos es ahora. Deberíamos sentirnos los más bendecidos por tener amigos, hijos, esposa o padres.

UN ALTAR EN EL HOGAR